Texto y Fotos: Mariano García
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Ciudad Oculta,
2007
La historia
moderna de las villas, tal como las conocemos, comienza en la década
de los ’40. Ya
por esos años, surgió la villa más emblemática
y más conflictiva del país: la 31 de Retiro. Surgida al pulso
del crecimiento de la actividad ferroviaria y portuaria de la zona, también
tuvo en su génesis un acento europeo. En
1940, “el gobierno proveyó de viviendas precarias a un grupo
social muy castigado, esos habitantes pioneros de lo que sería la villa
de Retiro eran de origen italiano y el barrio se conocería durante
decenios como «Barrio Inmigrantes»” (1). Hoy el Inmigrantes
es uno más de los barrios de la Villa 31, junto al Güemes, Comunicaciones,
YPF, y la creciente 31 bis.
Más
hacia el norte, también junto al ferrocarril Belgrano, surgieron asentamientos
de familias de ferroviarios, con el apoyo del gremio de La Fraternidad. En
el extremo norte de la villa de Retiro, el barrio fue conocido como Villa
Saldías. El crecimiento de estas dos villas –y de otras de la
ciudad– fue aumentando con la llegada de pobladores bolivianos y habitantes
del noroeste argentino. También bajo la tutela del Estado, a principio
de los años ’40 comenzaron a instalarse viviendas precarias alrededor
en la zona que se conocía como Bañado de Flores, dando origen
al barrio Lacarra.
Con la
llegada del peronismo al poder en 1945, el problema de la vivienda ocupó
un lugar central en el programa de gobierno; ya que para 1947 la ciudad de
Buenos Aires tenía casi tres millones de habitantes (2), muchos de
ellos en una grave situación habitacional. Como en otros ámbitos
de la economía el Estado se hizo presente, para fomentar la construcción
de barrios obreros. Esto tuvo gran importancia dentro de las reformas sociales
que impulsó Perón.
La erradicación
de las villas no estuvo dentro de los planes. En ese entonces, el conventillo
era la forma predominante de vivienda obrera, y allí apuntó
el programa peronista. El proceso de concentración poblacional en la
zona metropolitana aumentaba, y el gobierno fomentó la construcción
de viviendas sociales que modificaran aquella realidad.
La cuestión
de la vivienda durante la década peronista no se limitó a la
solución mediante la construcción de barrios obreros; sino que
además sirvió para apoyar un estilo discursivo y cultural que
caracterizó a los gobiernos de Perón entre 1945 y 1955. Alberto
Ciria afirma que “el estilo peronista más típico asumió
el «todo tiempo pasado fue peor» (…) Las referencias al
ayer debían contrastar con el presente perfecto y triunfal” (3).
Ejemplos cabales de este estilo fueron películas como Deshonra
(Daniel Tinayre, 1952), o Las aguas bajan turbias (Hugo
del Carril, 1952), donde se contrastaba un pasado aberrante con
un presente de dignidad: en la población carcelaria en el primer caso,
en los peones rurales en el segundo.
Las charlas
radiales de Discépolo fueron otra expresión clara de este estilo
retórico. Según Ciria, “constituyen uno de los mejores
testimonios de propaganda política peronista para leer y analizar (…)
El esquema de estas charlas contrasta el ayer lleno de defectos y
promesas incumplidas –no el idealizado ayer del tango– y el presente
vibrante, lleno de realizaciones” (4).
Esta retórica
general del peronismo, que oponía un ayer y un hoy,
también se hizo extensiva al problema de la vivienda popular. El periódico
oficialista Democracia, en un artículo del 20 de noviembre de 1949
titulado “Lo que no se logró en sesenta años, se hizo
en uno”, contrastaba la dignidad de las viviendas construidas por el
peronismo con la sordidez del conventillo de esta manera:
“En
esas viviendas (los conventillos) las amas de casa debían permanecer
cerca de la ropa lavada que se había tendido a secar, para que no desapareciera.
Hoy en día todo eso ha sido eliminado en más del 90% y los trabajadores
argentinos tienen viviendas cómodas, de acuerdo al nuevo «standard
de vida»” (5).
Fue así
como el “derecho a la vivienda” fue una de las reivindicaciones
básicas del peronismo, como parte del más general derecho al
bienestar. En su estudio sobre la política de vivienda del gobierno
peronista (en especial sobre el barrio Los Perales) Rosa Aboy resume dicha
acción de gobierno de la siguiente manera:
“La
decisión de construir viviendas desde el Estado para los sectores más
modestos de la sociedad fue puesta en acción desde el inicio del gobierno
de Perón. La resonancia social de estas políticas sobrevivió
al derrocamiento de su gobierno en 1955. Si bien el número de viviendas
construidas por el Estado fue inferior a los 300 mil créditos para
la vivienda otorgados por el Banco Hipotecario Nacional a lo largo de la década
peronista, el impacto de aquellas políticas reforzó el imaginario
de un gobierno aliado de las reivindicaciones proletarias.” (6)
A los
créditos del Banco Hipotecario Nacional los considera la autora como
acción indirecta, mientras que destaca como acción directa las
construcciones realizadas por el gobierno. Dentro de este último grupo,
sintetiza la construcción de barrios por acción directa del
gobierno en el siguiente cuadro:
Cuadro
IV: Barrios construidos en la ciudad de Buenos Aires por acción directa:

Referencias:
BHN: Banco Hipotecario Nacional
MOP: Ministerio de Obras Públicas
MCBA: Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.
Fuente: Aboy, Rosa; op. cit., p. 73.
El plan
de vivienda de los primeros gobiernos peronistas fue ambicioso, y el Estado
se planteó metas récord que en parte fueron cumplidas, pero
que quedaron truncadas por el golpe de Estado de 1955. En su mensaje al Congreso
de la Nación, del 1º de mayo de 1951, Perón anunciaba que
“Por nuestro esfuerzo constructivo directo, al terminar el primer período
peronista de gobierno el país tendrá 100.000 viviendas más
dignas y confortables, como merecen los trabajadores argentinos.” (7)
La acción
estatal directa no llegó a esos números, pero el sistema de
créditos del Banco Hipotecario Nacional se constituyó en la
principal herramienta (indirecta) de desarrollo en el área de vivienda.
De acuerdo a las cifras que Perón expuso ante el Congreso en 1951:
“Desde
1886, fecha de creación del banco (el Hipotecario Nacional), hasta
1946 –60 años de acción– se habían otorgado
créditos para 20.000 unidades de vivienda por una suma de 400 millones
de pesos. En los últimos cinco años, el mismo banco entregó
al pueblo créditos por 4.500 millones y posibilitó así
la edificación de 135.000 viviendas nuevas.” (8)
Los
Perales – Ciudad Oculta: un caso de convivencia armoniosa
Sin
embargo, la acción de los dos primeros gobiernos peronistas en materia
de vivienda social no pudo incluir a un flujo migracional que superó
la infraestructura recientemente creada. Las villas miseria siguieron creciendo
sin que el gobierno pusiera trabas a ello. En algunos casos, los barrios obreros
crecieron en paralelo a las villas vecinas, y muchas veces en una convivencia
armónica, como sucedió entre el barrio Los Perales y la incipiente
Villa 15 (luego Ciudad Oculta) separados por la Avenida del Trabajo (hoy Avenida
Eva Perón) que delimita los barrios de Mataderos y Lugano.
“Antes
de la construcción de los pabellones del barrio Los Perales, el terreno
estaba ocupado por una colonia de vacaciones municipal y, según los
testimonios de los vecinos, en sus inmediaciones existían ya algunas
villas miseria al otro lado de la Avenida del Trabajo, donde actualmente se
encuentra la «Ciudad Oculta», como también algunos ranchos
dispersos en el interior del amplio predio.” (9)
En el
terreno ocupado posteriormente por Los Perales, existía un pequeño
asentamiento llamado “Ciudad Perdida”, que durante la presidencia
de Frondizi fue reemplazado por nuevas tiras de viviendas que se anexaron
a Los Perales.
Se puede
afirmar que el predio elegido para Los Perales estaba rodeado de villas miseria,
a uno y otro lado de Av. del Trabajo: Ciudad Perdida en Mataderos, Ciudad
Oculta y Villa Pirelli en Lugano. El origen de la población de Los
Perales fue heterogéneo, y no hay fundamentos para afirmar que barrios
como éste dieron albergue sólo a familias de migrantes internos.
Es posible que muchos habitantes que vinieron del interior del país
hayan evitado terminar en una villa miseria gracias a estos nuevos complejos,
pero muchos otros también llegaron de conventillos y casas de alquiler
porteños. Algunos incluso vivían ya en Mataderos.
Las tensiones
más fuertes no se dieron entre los vecinos de los nuevos barrios obreros
y sus vecinos de las villas, sino entre aquellos y la población más
tradicional y de clase media porteña. Fue acerca de Los Perales que
surgió una leyenda urbana poco sustentada, perteneciente al imaginario
del antiperonismo más rancio, que afirmaba que los nuevos propietarios
hacían asados con las maderas de los parquet de las casas. La investigación
de Aboy sobre el barrio desmiente esas historias que huelen más a racismo
y discriminación que a realidades concretas. (10)
A diferencia
de la discriminación que soportaban del resto de la ciudad, la relación
entre los vecinos de Los Perales y las villas vecinas era más fraternal.
Compartían la flamante escuela pública construida en el complejo,
bautizada “Escuela Justicialista”. La escuela fue rebautizada
en 1955 “Roma” por la Revolución Libertadora, y en los
años posteriores las familias de Los Perales prefirieron mandar a sus
hijos a colegios privados de la zona, quedando la Escuela Roma exclusivamente
para los chicos de Ciudad Oculta, algo que permanece hasta la actualidad.
Los testimonios
recabados por Aboy, coinciden en trazar una línea divisoria en el año
1955. En el período anterior, “la población de Los Perales
parece identificarse con los residentes de la villa vecina, compuesta mayoritariamente,
en ambos casos, por obreros manuales” (11). El deporte fue uno de los
lazos más fuertes que unieron a los vecinos de Los Perales con los
de la Villa 15. Los partidos de fútbol entre equipos de un lado y otro
de la avenida fueron el símbolo de una convivencia que perduró
hasta los años ’70, según cuentan habitantes de ambos
lugares.
“La
cancha, localizada en los terrenos que actualmente ocupa la iglesia de San
Pantaleón, y la alusión a ‘los ranchitos’ vecinos,
hablan de una convivencia sin conflictos entre los habitantes del asentamiento
precario y de los pabellones. La ausencia de confrontación entre habitantes
de la villa y de los departamentos de Los Perales aparece también en
los testimonios de Antonio Chabúh, quien refiere que en los primeros
tiempos entraba a la Ciudad Oculta a repartir el periódico.”
(12)
Posteriormente,
el barrio de Los Perales iría desprendiéndose (no siempre en
forma voluntaria y pacífica) de su identificación obrera y peronista,
acercándose más a las clases medias, como ejemplifica esa preferencia
por la educación privada. Con el paso del tiempo, también vivirían
en Los Perales profesionales, bancarios, empleados municipales y docentes.
Con el correr de los años, los barrios se irían distanciando
más.
José
Ocampo, referente social y político al que todos conocen en Ciudad
Oculta con el apodo de “Mate”, traza la línea divisoria
en los años previos al golpe de estado de 1976: “Hace 25 años,
los vecinos de la zona venían a comer asado adentro de Ciudad Oculta,
a ver un partido de bochas, a ver un partido de fútbol, había
armonía.” (13) Como se verá más adelante, el ambiente
no sólo cambió entre los vecinos de Los Perales y de Ciudad
Oculta; sino que hacia dentro de la propia villa la convivencia es hoy mucho
más violenta.
Lo que
hay que destacar de estos testimonios de convivencia entre vecinos de Los
Perales y Ciudad Oculta, es el hecho de que las villas en sí no aparecieron
como “problema” para las autoridades o los medios de comunicación,
en tanto no ocuparon terrenos estratégicos de la ciudad. Recordemos
que en Mataderos, por los años ‘40, el límite entre lo
urbano y lo rural se desdibujaba.
Si los
habitantes de villas como Ciudad Oculta están en la misma situación
de pobreza e “ilegalidad” (de acuerdo con los partidarios de la
erradicación) que los de la Villa 31 de Retiro, no se puede entender
de otra forma que haya tantos esfuerzos para erradicar la segunda, y dejar
en el olvido a la primera. De esto nos ocuparemos en la segunda parte de este
trabajo.
Por lo
pronto, este ejemplo histórico de convivencia nos muestra que las pertenencias
políticas en común pudieron en el pasado ser más fuertes
que las diferencias socio-económicas objetivas. Con la Revolución
Libertadora de 1955, el peronismo pasó a ser aquello prohibido, negado
y callado. Lo que antes había sido el aglutinante de estos sectores
obreros, se convertía en su estigma.
Luego
del golpe de Estado del ’55, una metódica limpieza de todo vestigio
de peronismo fue llevada a cabo por el gobierno militar. Horacio Benevéntano,
nacido en 1937 en lo que hoy es Ciudad Oculta y encargado de la pileta de
Los Perales –trabajó allí desde su inauguración–,
afirma que “(el Almirante Isaac) Rojas decía que este barrio
era un nido de ratas peronistas” (14). Ángel Pissano, vecino
histórico que se mudó a Los Perales en 1949, completa el panorama
al recordar que “cuando cayó Perón, vinieron a casa y
me revolearon todo, los cajones, todo (…) A toda la gente en Los Perales…
vinieron con ametralladoras, entraban a las dos de la mañana. Entraron
en todos lados, en todos los departamentos” (15).
Estas
acciones militares no fueron en absoluto hechos aislados. Más bien,
constituyen el punto de partida de un rumbo que se inició en 1955,
y que tuvo su clímax con los planes masivos de erradicación
a partir de 1976.
17/3/2008
Ver
Parte 1 / Ver
Parte 3
Notas:
1) Blaustein, Eduardo; Prohibido vivir aquí, Comisión
Municipal de la Vivienda, Buenos Aires, 2001, p. 15.
2) Lobato y Suriano; Atlas Histórico, p. 566. Indec, Censos Nacionales
de Población y Vivienda.
3) Ciria, Alberto; Política y Cultura Popular, la Argentina peronista
1946-1955; Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1983, p. 262.
4) Idem, p. 256 (resaltado en el original).
5) Citado en Aboy, Rosa, op. cit., p. 58.
6) Aboy, Rosa; op. cit., p. 42.
7) Perón, Juan Domingo; Mensaje al Honorable Congreso de la Nación
al inaugurar el 85º período de sesiones ordinarias; Tomo I –
Conceptos Doctrinarios, Presidencia de la Nación – Subsecretaría
de Informaciones, Buenos Aires, 1951, p. 110.
8) Idem.
9) Aboy, Rosa; op. cit., p. 122.
10) Por supuesto, no se descarta que ello haya podido ocurrir en algún
caso en particular, pero la leyenda urbana hace referencia al conjunto de
la población. Ni siquiera es necesaria una investigación profunda
al respecto, basta con visitar las viviendas para constatar que la mayoría
aún hoy mantienen los pisos originales.
11) Aboy, Rosa; op. cit., p. 131.
12) Idem, p. 140.
13) Entrevista a José Ocampo (“Mate”), realizada en Ciudad
Oculta en noviembre de 2003.
14) Entrevistado por Rosa Aboy, op. cit., p. 132.
15) Idem, p. 130.
(*)
Fragmento de la tesina de grado "La villa en los medios y los medios
de la villa", Facultad de Ciencias Sociales, Buenos Aires, 2007.
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